
Photo by Magali Guimarães on <a href="https://www.pexels.com/photo/paisagem-rural-20-15835896/" rel="nofollow">Pexels.com</a>
A cuál ventana me acerco para cantarle;
nada le digo,
nada puedo decirle: solo le miro.
Como un testigo, conmigo
comparte lo que sucede
y parece,
como que a veces desaira
lo secudido.
Sombra tras sombra,
dormido fronda.
Detrás del verde se esconde
y entre el silencio
algún desgano le agita
la copa joven:
todo se ha muerto conmigo,
nada es conforme.
Sobre su mismo terreno,
los años ni le conmueven
en busca de nadie siempre,
solo conmigo en silencio,
sombra tras sombra,
su silencio y mi silencio,
dormido fronda.
Danza una danza llorosa
sujeto al viento;
y yo le cuento
las ramas,
los gorriones y las hojas;
él se desprende un instante
pero no puede
no puede emprender un viaje.
Fue un árbol de pueblo solo,
de callejuela vencida,
árbol cuando todavía
ser un árbol se podía.
Y no puedo preguntarle del tedio que lo retiene:
nada le digo,
nada puedo decirle, solo le miro.
Destino, sombra tras sombra,
nostalgia, dormido fronda.
De nuevo reverdecido
todo el verano
verá pasar el mañana
cual si no hubiera venido
como si hubiera llegado
tarde y en vano.
Qué costumbre estarse allí.
Estarse allí nada más.
Y no le hundo un cuchillo
sino mis ojos,
que yo misma me lo hundo
y como el viento traspaso
su canto roto,
sombra tras sombra,
como un testigo, conmigo,
dormido fronda.
Y vemos pasar la vida
sombra tras sombra,
su silencio y mi silencio,
danza llorosa.
Cuando ya el tiempo se vaya
y él con el tiempo,
yo lo dejaré conmigo
a ambas orillas del río,
solo y conmigo,
como un testigo
perdido.
A cuál ventana me acerco para cantarle;
nada le digo,
nada puedo decirle: solo le miro.